Es una verdad simple: todos necesitamos un lugar seguro donde dormir.
Pero en lugar de trabajar para que eso sea una realidad, la última propuesta de San José es... arrestar a residentes sin hogar Es una respuesta cruel, costosa e ineficaz a una de las crisis más urgentes de nuestra ciudad. Las cuentas no cuadran, el enfoque es erróneo y, al final del día, este plan hace más por sumar puntos políticos que por resolver realmente el problema de las personas sin hogar.
Empecemos con las cifras. En este momento, San José tiene alrededor de 2,900 opciones de refugio para unas 5,500 personas sin hogar. Eso es apenas la mitad de la capacidad que necesitamos, y la realidad es aún peor si tenemos en cuenta que hay menos de 10 camas disponibles en refugios en todo el condado en un día determinado. Mientras tanto, 1,400 familias están atrapadas en una lista de espera, desesperadas por un lugar seguro al que ir, y esperan una media de 32 días antes de recibir una derivación. Eso supone una cama disponible en un refugio por cada 140 personas necesitadas. Estamos muy lejos de tener la capacidad de proporcionar refugio básico a quienes ya buscan ayuda. Entonces, ¿cuál es la lógica detrás de la criminalización de la falta de vivienda cuando ni siquiera podemos ofrecer a la gente un lugar al que ir?
No podemos salir de esta crisis recurriendo a la detención. Las políticas que castigan a las personas por no tener un hogar no reducen la situación, sino que solo dificultan que las personas puedan escapar de ella. Las multas, las citaciones y los arrestos no conducen a la obtención de una vivienda, sino que empujan a las personas a una pobreza más profunda, lo que dificulta el acceso a empleos, atención médica y servicios de apoyo. La investigación es clara: las medidas punitivas no funcionan. Desperdician el dinero de los contribuyentes en honorarios legales, recursos policiales y costos judiciales, y no abordan las causas fundamentales de la falta de vivienda.
Seamos honestos: no se trata de solucionar el problema, sino de una cuestión de imagen. Se trata de adoptar una actitud dura frente a las personas sin hogar en lugar de hacer el trabajo duro para resolverlo. Si realmente queremos acabar con el problema de las personas sin hogar, deberíamos seguir ampliando las opciones de alojamiento y refugio, no criminalizando a las personas que no tienen adónde ir.
Algunas personas podrían argumentar que políticas como esta son necesarias porque una parte de la población sin hogar se niega a entrar en sus hogares, pero pongamos esto en perspectiva.
La gran mayoría de las personas sin hogar quieren vivienda y refugio. Solo el año pasado, ayudamos a más de 3,000 personas en el condado de Santa Clara a encontrar un refugio seguro y ubicamos a casi 4,000 residentes más que antes estaban sin hogar en hogares permanentes, continuando con los esfuerzos locales que generan un cambio duradero y positivo para nuestra región. El llamado "rechazo" de refugio a menudo no es un rechazo a la ayuda, es un rechazo a las condiciones que no satisfacen las necesidades inmediatas de esa persona. Tal vez una colocación en un refugio requiere que las personas abandonen a sus mascotas. Tal vez separe a las familias. Tal vez venga con reglas que hacen que sea imposible para alguien conservar su trabajo.
Incluso si uno cree que algunas personas simplemente no quieren ayuda, eso no cambia el problema fundamental: no tenemos suficientes camas en refugios para quienes sí la necesitan. Antes de empezar a hablar de penalizar a quienes no pueden o no quieren aceptar un refugio, deberíamos centrarnos en proporcionar suficientes camas en refugios para satisfacer las necesidades de quienes las necesitan desesperadamente. En este momento, estamos fracasando en ese objetivo y ninguna fanfarronería cambiará la situación.
La verdadera solución no es difícil de ver: necesitamos más viviendas, más refugios y más servicios de apoyo para ayudar a las personas a salir de la situación de calle de forma permanente. Esto significa invertir en viviendas muy asequibles, ampliar la capacidad de los refugios y fortalecer los programas que ayudan a las personas a estabilizar sus vidas. La forma más eficaz de reducir la situación de calle no es con esposas, sino con viviendas.
Afortunadamente, contamos con agencias gubernamentales, organizaciones sin fines de lucro y organizaciones comunitarias que están profundamente comprometidas con la búsqueda de soluciones reales, pero no pueden hacerlo solas. Necesitamos que nuestros líderes den un paso adelante, no con políticas que criminalicen la pobreza, sino con inversiones que realmente marquen una diferencia.
No se trata solo de una cuestión de políticas, sino de personas, personas que forman parte de nuestra comunidad, que merecen dignidad y respeto y que necesitan soluciones reales, no gestos vacíos. Si realmente queremos abordar el problema de las personas sin hogar, debemos centrarnos en lo que funciona. Eso significa dejar atrás las medidas punitivas, costosas y fallidas y comprometernos con un cambio real y duradero.
Ahora es el momento de actuar, no con miedo ni con castigos, sino con compasión y sentido común. La cuestión no es si podemos permitirnos invertir más en soluciones reales, sino: ¿cómo podemos permitirnos no hacerlo?
El columnista de San José Spotlight, Ray Bramson, es el director de operaciones de Destination: Home, una organización sin fines de lucro que trabaja para acabar con la falta de vivienda en Silicon Valley. Sus columnas aparecen cada segundo lunes del mes. Póngase en contacto con Ray en [email protected] o seguir a @rbramson en X.
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