Aunque pueda parecer algo sin precedentes, ya hemos pasado por esto antes.
La economía se tambalea, los mercados entran en pánico y los responsables políticos empiezan a afilar sus bolígrafos rojos. Los presupuestos se reducen. Se recortan programas. Y quienes siempre parecen sufrir los peores golpes —los que viven al límite— se ven aún más marginados.
Ahora, con los programas de red de seguridad federal bajo amenaza, se avecina una posible recesión y Los gobiernos locales se preparan para déficits dolorososEstamos viendo cómo las grietas se ensanchan de nuevo. Y si no tenemos cuidado, haremos lo que siempre hemos hecho en tiempos de estrés fiscal: ocultar la pobreza para sentir que la hemos solucionado.
En Silicon Valley, eso significa intensificar la llamada aplicación de la "calidad de vida", penalizando a los residentes sin hogar y de bajos ingresos por cosas como durmiendo en públicomerodeando o simplemente existiendo en un espacio considerado incómodo para quienes viven en él. Es un ciclo que conocemos bien: la pobreza se convierte en una molestia pública, la aplicación de la ley se convierte en la respuesta y las personas que más necesitan ayuda la reciben. detenido, multado o aislado.
A lo largo de los años, estas leyes tampoco han tenido como objetivo mejorar la calidad de vida. Su objetivo es obligar a los pobres a irse a otro lugar.
Pero lo que está en juego es cada vez mayor.
Con presupuestos locales bajo presiónExiste una fuerte tentación de reducir los servicios de apoyo y, en cambio, intensificar la aplicación de la ley. Es más rápido. Tiene mayor impacto político. Y, a primera vista, parece una acción. Pero la realidad es esta: cada dólar que gastamos en limpiar campamentos o procesar citaciones para personas sin hogar es un dólar que no se invierte en vivienda, apoyo a la salud mental ni seguridad alimentaria.
Y esos sacrificios se acumulan rápidamente.
Pregúntele a cualquiera que haya intentado sortear la inestabilidad habitacional en esta región. Las listas de espera son largas. Los alquileres son brutales. Y los servicios, incluso cuando están disponibles, suelen estar desfinanciados. Ahora imagine intentar salir de ese atolladero con un delito menor en su historial o cientos de dólares en multas que no puede pagar. Eso no es una salida, es una trampa.
Mientras tanto, las causas fundamentales de la falta de vivienda —el alza desorbitada de los precios de la vivienda, el estancamiento salarial y las desigualdades históricas— siguen sin abordarse. Atacamos el síntoma e ignoramos la enfermedad.
Esto no es solo un fracaso político. Es un fracaso moral.
Cuando castigamos a la gente por ser pobre, no estamos imponiendo orden, sino desigualdad. Optamos por invertir en la contención en lugar de la compasión, en la imagen en lugar de los resultados.
Pero no tiene por qué ser así.
Comunidades de todo el país han demostrado que es posible un camino diferente: uno que priorice la vivienda y el refugio, financie apoyos previos y trate la pobreza no como un delito, sino como un desafío solucionable. Lo hemos visto funcionar aquí también: viviendas con apoyo permanente, programas de asistencia económica y programas de alcance culturalmente sensibles. Estas son soluciones reales con datos reales que las respaldan.
Lo que necesitamos ahora es el coraje político para redoblar los esfuerzos —y no dar marcha atrás— en las inversiones que ayudan a la gente a salir adelante, incluso en tiempos difíciles.
Especialmente en tiempos difíciles.
Porque, ¿qué tipo de comunidad queremos ser cuando los recursos escasean? ¿Una que se apoye en los más vulnerables? ¿O una que encuentre nuevas maneras de apoyarse mutuamente?
Estamos en una encrucijada. Podrían venir recortes federales. Los fondos locales podrían escasear. Pero seamos claros sobre el costo de las decisiones que tenemos por delante. Si nos aferramos a lo que ya sabemos que no funciona, no solo perjudicamos a la gente de nuestras calles, sino también a nuestro futuro colectivo.
Este es el momento de resistir el impulso de castigar y elegir, en cambio, proteger.
Liderar con equidad. Invertir en dignidad. Y recordar que la calidad de vida debe ser de todos, no solo de unos pocos afortunados.
El columnista de San José Spotlight, Ray Bramson, es el director de operaciones de Destination: Home, una organización sin fines de lucro que trabaja para acabar con la falta de vivienda en Silicon Valley. Sus columnas aparecen cada segundo lunes del mes. Póngase en contacto con Ray en [email protected] o seguir a @rbramson en X.
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